En educación no hay milagros, hay compromiso y constancia.
Ya es sabido que el modelo educativo en Finlandia es considerado uno de los mejores del mundo. Además de los buenos resultados en informes como PISA, tiene elementos que lo destaca a nivel funcional, por ejemplo, los docentes son valorados, la preparación de clases es parte de la jornada laboral, la educación es pública y accesible a todos, en las escuelas las subvenciones son equitativas, existe autonomía para que los centros se organicen y definan su currículum, se evita la competencia y las notas numéricas (los informes son descriptivos), entre otras cualidades. Pero ningún sistema es perfecto, al igual que otros países a Finlandia le preocupa el acoso escolar y para solucionarlo comenzó en el año 2007 el programa KiVa, sigla que viene de las palabras Kiusaamista Vastaan (contra el acoso escolar), el cual ha generado noticia en diversos medios. El programa implementado en el 90 % de los colegios de educación primaria está logrando frenar el acoso escolar y el ciberbullying en las aulas. Para atajar el problema se acudió al conocimiento de un grupo de investigadores de la Universidad de Turku que llevaba 25 años estudiando las relaciones entre niños y niñas. El Estado les financió para que este grupo creara el programa.
¿Cuáles son las claves de este método?
En especial el trabajo y compromiso del gobierno finés y de las comunidades educativas. Preocuparse por el tema es el primer paso, pero no basta con reconocer el problema, tener una actitud pasiva o esperar que los docentes intervengan para promover un mejor clima no es suficiente, si existe un plan activo, constante y participativo las fuerzas se unen en pos del bienestar de la comunidad. En esta experiencia también ha sido clave ofrecer al personal información sobre el acoso escolar y las formas de abordarlo y, lograr que el personal se comprometa con el trabajo. Los resultados del programa expresan que al disminuir el acoso escolar aumenta el bienestar y la motivación.
Funcionamiento del programa
A diferencia de otros modelos que se centran en la víctima y el acosador, KiVa intenta cambiar las normas que rigen el grupo. Dentro del grupo están las personas que no acosan, que observan, que son testigos y que se ríen. A través de esa comunicación no verbal transmiten el mensaje de que lo que pasa es divertido o está bien, aunque tengan una opinión diferente. No hay que cambiar la actitud de la víctima, para que sea más extrovertida o menos tímida, sino influir en los testigos. Si se consigue que no participen en el acoso, eso hace cambiar la actitud del acosador. El objetivo es concienciar de lo importante de las acciones del grupo y empatizar, defender y apoyar a la víctima. A los 7, 10 y 13 años los estudiantes reciben clases para reconocer las distintas formas de acoso y mejorar la convivencia. Hay diez lecciones y trabajos que se realizan durante todo el curso académico sobre el respeto a los demás. Cuentan con material de apoyo: manuales para el profesor, videojuegos, un entono virtual, reuniones y charlas con los padres. También cuentan con un buzón virtual para denunciar si son víctimas o testigos. En cada colegio hay un equipo KiVa, formado por tres adultos que se ponen a trabajar en cuanto tienen conocimiento de un caso de acoso escolar o ciberbullying en el centro. «Primero actúan como filtro, para reconocer si es un acoso sistemático o algo puntual. Después se reúnen con la víctima para dale apoyo, ayudarla y tranquilizarla. También hablan con los acosadores para que sean conscientes de sus acciones y las cambien», indica una de las creadoras de KiVa. Hay vigilantes en los recreos que usen chalecos reflectantes para aumentar su visibilidad y para recordar a los alumnos que su tarea es ser responsables de la seguridad de todos. El proyecto ya ha merecido reconocimientos internacionales y se ha exportado a Reino Unido, Francia, Bélgica, Italia, Suecia y Estados Unidos ofreciendo también resultados muy esperanzadores. Se ha comprobado que el acoso escolar ha disminuido entre un 30 y 50% en esos países durante el primer año de implantar KiVa. En España, algunos colegios y organizaciones ya se han interesado por esta iniciativa.