Fuente de la foto: página web de la escuela.

La clase era de matemáticas, durante casi 2 horas habíamos estado trabajando en 4 grupos interactivos compuestos por unos cuatro o cinco estudiantes. Cada uno de los grupos desarrollaba una actividad distinta y luego de 20 minutos se pasaba a otra actividad hasta que todos los grupos realizaban las 4 actividades propuestas para la sesión. El aula era bastante particular, pues no tan solo estaban los estudiantes de 5to de primaria y el maestro, sino que también estaba la madre de un docente de la escuela que había ido como voluntaria, una vetlladora (o cuidadora) y 2 voluntarios que, después de conocer por la prensa el novedoso trabajo de la escuela, nos habíamos motivado a ir a visitarla para ver y aprender de ella. Faltaban 10 minutos para que acabara la clase y todos los grupos habían pasado por las actividades que se les había propuesto, entonces el docente “Albert” con un set de libros se paró en medio del aula y dijo en catalán: “¿quién quiere leer?”. “Yo”, “yo”, “yo también” —comenzaron a decir los/as niños/as—. “Tengo cuentos en catalán y en castellano; ¿cuál queréis?” Puntualizó el maestro mientras se acercaba a las mesas a entregar los libros que los niños escogían. Una vez ya estaban hojeando y maravillándose de la lectura con rostros que evidenciaban curiosidad le pregunté al docente de qué trataban los libros, él me dijo que todos ellos eran de él, que él los leía cuando era pequeño y que ahora, como maestro, quería compartir esas lecturas con sus alumnos. Me dijo que lo interesante de esos libros es que al ir avanzando se llegaba a momentos donde se debía escoger, por ejemplo, si saltar o no un tronco, si la decisión era “saltar el tronco” entonces se continuaba en la página 16 y si la decisión era “no saltar el tronco” entonces había que ir hasta la página 19, así el final del cuento era diferente según las elecciones que se vayan tomando durante la lectura. Llegó la hora de ir a comer, los niños antes de irse se despidieron de los voluntarios que estábamos en el aula, entregaron los libros al docente y todos salimos a los pasillos.

El hecho que relato sobre los cuentos que ofreció el maestro a sus estudiantes tiene un gran sentido para mí, en especial porque habla del deseo por leer, por aprender, por buscar, por vivir una relación educativa más allá de “estudiar” contenidos. Detrás de este hecho hay un proyecto educativo que ha llamado la atención porque el centro que se describe es la escuela pública Joaquim Ruyra ubicada en L’Hospitalet de Llobregat, donde se trabaja como una Comunidad de Aprendizaje. Es necesario decir que la escuela está situada en uno de los barrios probablemente con más complejidad socioeconómica del área metropolitana de Barcelona y que el 90% de los estudiantes son de origen extranjero. Como se señalaba en la prensa Joaquim Ruyra es una escuela que rompe con todas aquellas teorías pedagógicas que vinculan los resultados escolares de un niño al nivel de formación que tienen sus padres y desmiente a prácticamente todos los autores que se han dedicado a afirmar que el peso sociocultural de las familias sobre la educación de los hijos es determinante, lo que otorga a la escuela un papel menos relevante. En este centro se vive una educación que incluye a las familias. Cuando hablamos con la directora de la escuela nos decía “hay madres de nuestros estudiantes que vienen como voluntarias a las aulas y que no saben leer, pero eso no es un impedimento, al igual que no es un impedimento el idioma”.

Las Comunidades de Aprendizaje implican a todas las personas que de forma directa o indirecta influyen en el aprendizaje y en el desarrollo de los estudiantes, incluyendo a profesorado, familiares, amigos, vecinos del barrio, miembros de asociaciones, personas voluntarias, etc., por tanto hay una permanente vinculación entre “mundo” y “escuela”. Hay estudios que señalan que la máxima atención se mantiene por 20 minutos, por eso las actividades que se proponen están programadas para que se realicen en ese tiempo, considerando un tiempo extra en el caso de no acabarlas. Como éramos varias personas en el aula, nos distribuíamos para que cada una esté con los grupos mientras el maestro se movía por la clase. En toda la mañana que estuve en la escuela pude entrar a 2 clases de matemáticas (esto fue a partir del horario de clases que tenían) de 2 horas cada una; primero estuve en 6º y luego en 5º de primaria y puedo decir que vi a niños y niñas activos/as, trabajando en grupo, intentando resolver preguntas colaborativamente, dialogando, participando. Había una atmósfera de trabajo, no había un silencio, pero las palabras que se escuchaban tenían que ver con los juegos de multiplicar que se les proponía o con las discusiones sobre cómo calcular el área de un camino que estaba proyectado en la pantalla. Mientras los voluntarios estábamos intentando resolver con ellos las incógnitas, intentábamos poner en diálogo los saberes que de allí surgían.

Otros datos: Y para quienes se preguntan por el rendimiento les puedo contar que los resultados de esta escuela en las pruebas de competencias básicas de primaria que realiza la Generalitat son iguales, incluso mejores, que los de cualquier escuela de élite catalana. Según los datos, están muy por encima de la media catalana, en la línea de los colegios privados de más prestigio de Catalunya. Para más información el sitio web de la escuela es: http://www.joaquimruyra.cat/